La doble moral como absurda justificación personal
Se ha popularizado el
término ‘‘doble moral’’ para todo aquel que tiende a querer adaptar el
comportamiento de un tercero a una situación en particular con el objetivo de
condenarlo o justificarlo a través de un juicio personal en base a sus propios
preceptos. Lo interesante del concepto es que, acusamos de doble moral al otro
sin pensar que para aquel, nosotros somos su otro y que quien acusa queriendo
idealizar que sabe lo que hubiese hecho en su lugar, a la hora de la verdad
haría lo mismo o quizás menos.
Es pertinente definir
lo que lingüísticamente se conoce como moral para establecer entonces lo que
hoy conocemos cuando se posee de forma ambigua; la Real Academia Española define
moral como ‘‘Perteneciente o
relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en
relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo,
colectiva’’[1]
es decir, es la consecuencia del pensar a partir de lo que se admite como bueno
y malo en cualquier circunstancia pero en base a un criterio personal.
La doble moral inicia
desde los actos pequeños, los básicos, los que decimos eso no es nada ni daña a nadie y tal vez, pensarás que no porque no
influye ni cambia nada sin embargo, ahí radica la diferencia pues quien da paso
a lo pequeño permite lo grande… Dicho de otra forma, para quien lo pequeño no
es nada, lo grande no es suficiente. Hay muchas frases que nos enseñan desde
pequeños y que la aplicamos solo a conveniencia como por ejemplo te dicen no hagas lo que no te gusta que te hagan
pero si es a ti que alguien te hace algo ojo
por ojo y diente por diente, lo que en consecuencia debería enseñarnos que
la doble moral es una conducta aprendida que se pone en práctica todos los
días.
La doble moral se
caracteriza por aquellos que se tildan de que poseen los comportamientos
adecuados, que conocen el bien y el mal y solo actúan bien, que entienden del
comportamiento reconocido como bueno pero que realmente no lo cumplen a
cabalidad. Se trata de que, el
comportamiento reconocido como bueno por la mayoría en la sociedad es el que
‘se debe hacer’ aunque quien esté cuestionando al momento el actuar de otro, no
lo hace. Las personas que tienden a juzgar comportamientos de otros no se dan
cuenta que su comportamiento es también juzgado sin importar cómo se
justifiquen porque al final las razones que tenga una persona para actuar, al
que juzga no le importará. Si establecemos un objetivo para todo lo que vamos a
hacer, nos damos cuenta que a juzgar no se le encuentra ninguno porque cuando
realmente se busca ayudar, lo primero que se hace es no juzgar.
A pesar de que pueda
ser un poco incómodo para usted como lector, debo decirle que ha actuado como
una persona con doble moral aunque no se acuerde y aunque lo niegue, pues
simplemente se trata de profesar lo que se debe y hacer lo contrario cuando de
su beneficio se trata, y no se lo digo de forma acusatoria sino porque todos en
la vida en algún momento o quizás siempre, hemos tenido ese comportamiento nos
guste o no admitirlo. Existen miles de ejemplos básicos, cotidianos y prácticos
que pueden enseñarle a cualquiera que está equivocado sobre su pensar y actuar
moralista; al respecto, solo mencionaré algunos hechos simples que nos llevan a
pensar de cierta manera por lo que hemos aprendido: si la mujer quiere dividir
la cuenta es independiente pero si es un hombre, es tacaño; si una mujer piropea
a un hombre en la calle es audaz y divertida pero si lo hace un hombre, es
acoso. También desde la otra perspectiva, si el hombre tiene un listado extenso
de mujeres es un galán pero si es la mujer, es una promiscua; si el hombre
casado sale mucho está bien, pero si lo hace una mujer casada es una
irrespetuosa… y aún así hacemos falsa propaganda a la igualdad de género cuando
el pensar es totalmente parcializado hacia el feminismo o el machismo. En las
mismas noticias cuyos títulos son amarillistas, ante cualquier delito nos
encontramos juzgando inmediatamente sin conocer los hechos y sin tener en
cuenta que en el mañana, una persona cercana o nosotros mismos podemos
protagonizar esa noticia y no nos gustaría que la sociedad nos condene sin
conocer los hechos.
En otro sentido,
quieres que se cumpla la ley para todos pero cruzas el semáforo en rojo y pides
un ‘chance’ pero si ves que se lo dan a alguien más, criticas el actuar del
agente y lo tachas como irresponsable, queriendo justicia basada en tus prácticas
injustas. Dicho comportamiento puede retrotraerse desde la educación del hogar,
cuando le enseñas a tus hijos que no deben mentir pero mientes delante de ellos
o peor aún, muchas veces le pides que mientan por ti y aún así somos capaces de
acusar a otros de tener doble moral.
Somos amorales
empedernimos que queremos sobresaltar opinando sobre el actuar de los demás
acerca de cómo deben hacerlo y sin embargo, no somos capaces de actuar como nosotros
mismos entendemos que deberíamos, es como si quisiéramos colocar una camisa de
fuerza al actuar del otro pero no controlamos nuestro actuar. La moralidad es
una conducta que se debe practicar a diario pero no para impresionar a la
sociedad ni mostrar un ‘yo si sé’, sino para educarnos y concientizarnos, pues
una persona que verdaderamente conoce de la moral no señala con el dedo a
quienes no piensan o actúan igual que él ya que entiende que cada persona tiene
libertad de ser y por lo tanto, se debe respetar.
El respeto a los
valores va de la mano con la enseñanza de la moral. A nuestros hijos podemos
enseñarles lo bueno y lo malo pero con el ejemplo de un diario vivir y teniendo
en cuenta que al final, decidirán qué es bueno y qué es malo según su criterio
propio.
Dejemos de acusar a los
demás de no actuar como según nuestro pensar entiende que debe hacerse cuando
nosotros no nos encontramos en el lugar del otro, dejemos de criticar tanto
nuestra sociedad porque así no estamos siendo parte del cambio sino de su
destrucción. Nadie en este mundo cambia porque otro lo critique, una situación
no se arregla aportando a su caos. Vivamos sin juzgar, escuchemos antes de
opinar y que esa opinión sirva como abono a cualquier situación pero que sea
producto de un actuar ejemplar y no un simple comentario populista para ganar
vacíos admiradores.
Ya basta de tantas
acusaciones provenientes de moralistas de la secreta que solo buscan aprobación
social porque quizá no cuentan con la aprobación propia. Todos hemos actuado
con doble moral y criticar a otro de lo mismo que hacemos no nos hace mejores
personas ni nos llenan el bolsillo por eso, y a las únicas personas que le
pagan por juzgar, se llaman jueces y su trabajo es juzgar dentro de un tribunal
en base a una ley.
Dejemos de llenarnos la
boca al justificar nuestros criterios del deber ser en base al comportamiento
de otros pues a la hora de la verdad lo último que pensamos en hacer es lo
correcto, ya que preferimos lo conveniente. Cada persona es libre de actuar
como entienda que debe y quiere hacerlo, solo es cuestión de cambiar de
perspectiva viendo la otra cara de la moneda para entenderlo y aprender a
ponerse en el lugar del otro es indispensable para respetarse a sí mismo y
respetar a los demás.
Quien valora su tiempo
no lo pierde opinando, lo invierte ayudando.
Interesante tema👌
ResponderEliminarEs muy cierto lo que dice en este articulo debemos ponernos en lugar de otrss personas para comprender a los demás.te quiero felicitar por la gran persona que errs sigue así para lante . por que para Dios nada es imposible.Felicidades Holly.
ResponderEliminarEs muy cierto lo que dice en este articulo debemos ponernos en lugar de otrss personas para comprender a los demás.te quiero felicitar por la gran persona que errs sigue así para lante . por que para Dios nada es imposible.Felicidades Holly.
ResponderEliminarExcelente! Ni un punto más.
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