¿Podemos saber siempre lo que queremos?

Es indiscutible que cuando estamos fijando las metas para nuestro camino por recorrer, resulten dos tipos de situaciones: personas que saben hasta dónde quieren llegar y las que no saben si quiera por donde empezar ; y dentro de esas categorías existen también las que saben a donde quieren llegar pero no saben cómo, y las que no saben por donde empezar y mucho menos para dónde llegar. Pero esto no es una traba para cambiar de decisión o tomar una, puesto que así como se tiene la facultad para tomar una decisión por una u otra razón, esa misma razón puede cambiar con el transcurso del tiempo lo que conlleva a que se varíe la decisión tomada y por supuesto, la perspectiva.

La perspectiva podemos definirla como la visión, definición o dirección que percibimos o entendemos de una cosa que puede ser un lugar, una persona, una situación, una meta o bien un ideal, siendo en conclusión y para lo que nos compete, la forma en la que vemos y queremos alcanzar nuestras metas; con la perspectiva clara, podemos determinar el camino que queremos tomar para así lograr alcanzar la meta deseada y cumplir con el sueño personal; sin embargo, existen factores que pueden obstruir nuestra perspectiva entre los cuales se destacan los lazos familiares, amorosos, de amistad o las costumbres y creencias sociales. En ese entendido debe destacarse que, los que más influyen en la mayoría de las personas son los familiares y los amorosos por ser éstos los más allegados al corazón y los que efectivamente pueden detener o impulsar a una persona al momento de realizar una acción.

Para lograr tener una perspectiva definida sobre la meta que queremos emprender se debe tomar en cuenta que cada situación es distinta, es decir, cada circunstancia que envuelve a cada persona es diferente aunque estas provengan incluso del mismo lugar o posean la misma visión y esto se debe a que para desarrollar una visión sobre cualquier simplicidad de la vida influyen los siguientes factores: la educación recibida desde la niñez, el vínculo familiar desarrollado, el conocimiento y la implementación de los valores, el ejemplo percibido, el entorno social en el que creció la persona y sobretodo, la determinación que desarrolle ésta a través de los años, por lo que no se trata solo de saber elegir sino de las razones que nos llevan a tomar una decisión que determinará el camino en que proseguirá nuestra vida y aquello con lo que estamos dispuestos a vivir toda nuestra existencia. Es imprescindible empezar desde el punto de vista psicológico ya que, como cada persona y su situación es distinta todos los factores mencionados son la base esencial que se debe evaluar para entender y determinar las razones que empujan a nuestros pensamientos y acciones, y en ese sentido partir de ahí para adquirir la única herramienta indispensable para alcanzar la determinación: la fuerza de voluntad.
La fuerza de voluntad se mide de la siguiente manera ‘‘dime cuánto lo quieres y cuán dispuesto estás para luchar por alcanzar lo que quieres y te diré si lo alcanzarás o no’’ puesto que cuando se adquiere la capacidad de discernimiento y la facultad de elección, sin importar los factores que determinen las razones de una meta fijada o por fijar, la fuerza de voluntad será lo único indispensable para llegar a la cima, en otras palabras, no importa de dónde vengamos o cómo hayamos crecido pues lo que importa es distinguir y elegir entre lo que queremos y/o lo que nos conviene, fijar una meta, permanecer firme en la elección y aplicar toda la fuerza de voluntad que poseamos para lograr nuestro objetivo. De esto sin duda alguna se trata la determinación, que no importe nada más que lo que queramos y la fuerza con la que luchemos para conseguirlo, teniendo en cuenta que los consejos no sobran pero, al final son como las lentejas -se toman o se dejan-.

La determinación de una persona será imprescindible para alcanzar sus metas, sin embargo esto no implica que siempre sepa lo que quiere, pues como mencione al principio, las razones que motiven a esa persona pueden variar dependiendo de sus circunstancias; en ese sentido, seamos determinados o no, podemos saber lo que queremos solo en momentos determinados de nuestra vida, es decir, no siempre. Un ejemplo clave y sencillo es nuestra propia niñez cuando decíamos que íbamos a ser médicos, bomberos o astronautas y en ese momento lo decíamos con certeza, cada imagen o situación nos inspiraba seguridad en ello y al crecer cuando tenemos la facultad de discernir y elegir, es más grande el porcentaje de personas que cambia de parecer que los que permanecen en ese camino, por lo que no se trata de tener una única meta en la vida o de sentirse realizado por ser una persona determinada sin saber lo que quiere, sino, se trata de que con cada año que pase, con cada etapa vivida y con cada anhelo nos tracemos metas y pongamos todo nuestro enfoque así como empeño para lograrlas, teniendo en cuenta que en cualquier momento las circunstancias pueden cambiar y de nosotros mismos depende que éstas sean favorables para nuestro camino trazado y elegido.

No siempre puedes saber lo que quieres, pero en este momento de tu vida tienes la prerrogativa de elegir una meta, fijarte un propósito, emplear toda la fuerza de voluntad que amerite y lograr tu objetivo, sin importar los obstáculos o circunstancias que se presenten pues al final, todo depende única y exclusivamente de cuánto lo quieres y cuán dispuesto estás para luchar por alcanzar lo que quieres.


‘‘Vouloir c’est pouvoir et nous décidons s’il y a une limite’’

(Querer es poder y nosotros decidimos si hay un límite)

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